Gracias a esta tecnología, Egipto experimentó un salto productivo y exportador. Álvaro Azancot, asesor de Uvanova, busca replicar esto en Chile

 

La industria de la uva de mesa egipcia se transformó en poco tiempo. En 1997 apenas exportaban 1.700 toneladas, que dieron el salto en 2000 cuando se enviaron 7.200 toneladas. De ahí en adelante la trayectoria exportadora de esta industria ha ido creciendo temporada tras temporada, hasta llegar a las 110.000 toneladas, que sitúan a Egipto como un importante actor del negocio global de la uva de mesa.
El salto que se produjo en el año 2000 tiene solo una explicación: el uso de coberturas plásticas. Se definieron dos objetivos. El primero de ellos fue la precocidad. Egipto tenía una ventana comercial muy corta en Europa y la intensión era alargarla. Y el segundo era lograr un producto de calidad superior por medio del manejo del estrés.
Para lograrlo había que cambiar el paisaje en la zona productora más importante del país, Desert Road, y la mejor forma de hacerlo era imitando el ‘mar de plástico’ que se encuentra en la provincia de Almería, en España (cerca de 30.000 ha de invernaderos para hortalizas).
Pero, ¿cuál era el motivo para usar plástico?
“Manejar el estrés, controlando o anulando los factores bióticos y abióticos negativos que influyen directamente en el resultado final del producto”, explica Álvaro Azancot, productor y consultor internacional en uva de mesa (además de gerente zonal de Valent Biosciences). Es decir, manejando las temperaturas extremas, ya sean bajas o altas, porque incluso hay plásticos que pueden bajar la temperatura. Sin embargo, no era lo único que debían manejar porque el viento es un fenómeno climático que en Egipto causa graves daños en los huertos.
Y es que a pesar de que el gobierno ha propiciado la construcción de grandes obras de regadío, el gran problema es el clima, graficado en el  ‘Hamahseen’, que provoca un mes de marzo violento desde el punto de vista climático, expresado en vientos de 80 km/h y temperaturas de hasta 45ºC, cuando la planta tiene un brote entre 40 y 60 cm.
La literatura indica que las bajas temperaturas tienen un efecto en la fotosíntesis, que hay un efecto sobre la planta disminuyendo el potencial productivo. “Eso, en un sistema abierto es complejo. Ahora bien, cuando tenemos un sistema semi cerrado nos podemos acercar a lo que queremos. Esa es la apuesta, pero hay que manejarla y aprender”, precisa Azancot. En Chile ya hay algunos que han iniciado este tipo de manejo y según el experto, debiese ser adoptado rápidamente por muchos más productores. “La planta trabaja más horas por día, hay una masa foliar eficiente ya que la lámina no se ve afectada y hay una mayor fotosíntesis neta”, afirma.
ADAPTAR Y PERFECCIONAR UNA TECNOLOGíA EN POCO TIEMPO
Antes del plástico usaron mallas pero con instalaciones bastante primitivas. Los productores fueron haciendo mejoras para adaptar esta tecnología que traían de Italia. Así es como lograron pasar de una estructura rígida a otra que es mucho más versátil y flexible. “No amarraban con espagueti o alambre central, sino que con tirantes hacían una especie de cuerda de guitarra, sobre todo porque esta estructura de plástico debe resistir vientos de hasta 80 km/h. La estructura queda bastante bien y los productores fueron un gran impulso en todo esto. Ellos se atrevieron con una tecnología que les era absolutamente nueva. Vieron la oportunidad y en poco tiempo consiguieron adaptarla y perfeccionarla”, explica el especialista. Sin embargo, también hubo una serie de problemas en el camino. “Se volaron muchos plásticos y se quemaron muchos brotes porque el momento más peligroso cuando uno tiene plástico es la salida de invierno. Es decir, cuando no hay humedad relativa, entonces si sale el brote y hay un disparo de temperatura, puede fácilmente quemarse, algo que también se ha visto en Chile”, añade.
Las coberturas plásticas se pueden construir sobre el Gable o parrón. Hoy en día todos los huertos nuevos que se instalan en Egipto se diseñan con estructuras más altas para soportar la estructura de alambres que debe sujetar el plástico. La instalación se hace antes de la aplicación de cianamida hasta dos o tres semanas antes del ablande. Después se saca el plástico, pero no de una vez, sino 25% la primera semana, 50% la siguiente y 75% la otra, llegando prácticamente a pinta con el plástico corrido para así tener una buena cutícula de baya y desarrollar esa resistencia que se necesita en los racimos.
Los requisitos para la instalación de las coberturas plásticas son contar con  una estructura permanente y durable, realizar un sistema de instalación y de remoción sencillos y hacerlo con plásticos buenos y baratos. “Con el paso de los años, las estructuras se han ido perfeccionando en Egipto, ya sea instalando estructuras más planas o instalando las mangas de plástico en dos direcciones, pero lo más importante son los tensores que mantienen los plásticos como verdaderas cuerdas de guitarra”, aclara Azancot, siempre advirtiendo que el plástico es una herramienta productiva más, no la solución a todos los problemas de manejo o gestión técnica. Así lo han entendido también en Egipto, donde en el año 2000 hubo una parcela piloto en la región de Nubaria y hoy existen más de 4.000 ha instaladas. “Prácticamente toda la uva que se exporta desde Egipto proviene de huertos bajo plástico”, apunta el especialista.
UNA APUESTA PARA CHILE
Si bien la tendencia es plantar variedades tardías, es necesario apostar por algo que las pueda proteger, “por eso es que el plástico es un material que se debe poner arriba de la mesa, porque con él se tiene la oportunidad de manejar factores que antes no eran manejables, como los ya mencionados temperatura y lluvia”, enfatiza Azancot.
Pero, ¿cuáles son las adaptaciones que se deben hacer a esta tecnología en Chile? Para el especialista, antes de las adaptaciones, hay que redefinir los objetivos. Y muchos productores del país los tienen claro. “Nos dimos cuenta que es una buena herramienta para el control de la temperatura y lo otro es obviamente aspectos tales como la lluvia. Nos interesa que esto se masifique y para eso sería bueno que fuera una tecnología más accesible. Hay que explorar un poco más el tema plásticos, ya que en Chile estamos produciendo plásticos de muy buena calidad y creo que podemos ‘chilenizar’ un poco más el sistema, aunque quizás estamos abusando de la longevidad del plástico. También es necesario tener plásticos más flexibles, no sólo mirando durabilidad, sino también manejo del plástico”, explica.
Si bien la realidad chilena indica que el plástico debe mantener hasta el final, ¿en qué medida podría afectar eso a la calidad de la uva? “Hay ejemplos exitosos con la mantención del plástico hasta el final. Lo que se debe hacer es adaptar las tecnologías a cada zona productora”, analiza el especialista. Y se debiera hacer eso porque en Chile las condiciones son muy diferentes de norte a sur, y cada condición tendrá una exigencia distinta en términos de plásticos. “Lo que yo he visto en plásticos que se han mantenido hasta el final, es que la fruta está bastante bien. Pero qué pasará con la planta, qué pasará con las yemas y qué pasará el próximo año con los cargadores en término de resistencia a las bajas temperaturas”, se pregunta el especialista. Las respuestas podrían estar en poco tiempo, mucho menos de los 10 años que tardaron en ser respondidas en Egipto. “Creo que aquí si hay un desarrollo conjunto y si nos ponemos de acuerdo se puede hacer mucho más rápido. Pero, definitivamente, es una tecnología que los productores deben explorar”, concluye Azancot.
Cargue Artículos Más Relacionados
Cargue Más Por Uvanova
Cargue Más En Artículos

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira además

“EL CONTROL DE LABORES ESTÁ EN EL CORAZÓN DE SANTA ELENA”

Gonzalo Tocornal, director ejecutivo de la exportadora “EL CONTROL DE LABORES ESTÁ EN EL C…